domingo, 16 de enero de 2011

Verano Intenso

Tuve 10 días para entender la diferencia entre mirar y observar. Cuando me
miraste demoré en comprender la profundidad de tu mirada, hasta que te
observé. Cauteloso, comprador, niño. Siempre a un costado de la ronda,
muy paradito con sus manos tomando su espalda, como si escondiera
algo. De a ratos presta atención a la conversación... Y entonces
ríe. Ríe una risa blanca, sincera y desmedida.
En 10 días aprendí que abrazar es mucho más sincero que besar. Que abrazar contiene y purifica, que lleva y trae pero nunca se queda. Abrazar es dar la mano con el corazón, es sentir la fuerza del alma.
En 10 días aprendí a amar la fidelidad, que la fuerza de voluntad no
es un mito, es una verdad. Ser fiel se aprende y se juega. Y así
bailando y mirándome fijo a los ojos aprendí lo que de verdad
querías decir, porque los ojos son las ventanas del alma. Hablan,
enseñan y enamoran. Aprendí de tu soltura y solté mi timidez, la
deje de lado... Y baile, y reí y crecí.
En 10 días aprendí que los años se viven como uno los quiere vivir.
Que podes jugar a tener 50 y a tener 15. Y jugamos a esas edades,
charlamos de épocas distintas, y sin embargo hablamos el mismo
lenguaje. Un lenguaje de mentiras ingenuas, de bailes histéricos y
miradas sinceras.
En 10 Días aprendí la diferencia entre un Amor de verano y un romance
Fugaz.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Distante

Su cabeza distraída bailaba en sueños distantes de algún pasado lejano. Su infancia tal vez. Pero sólo tal vez. Sus pensamientos se sometían a repeticiones diarias de lo que alguna vez pudo ser, siempre de la misma manera. Ella se los sabía de memoria, pero seguía disfrutando del encanto que le producían. Ensimismada en sueños que a lo mejor nunca se le iban a cumplir, ella era feliz. Feliz porque sólo eran sueños.

Si todo fuera alcanzable ¿dónde está la inmortalidad de la felicidad? Una vez hecho, hecho esta. Y esa placidez sólo dura algún tiempo, hasta que consigamos otra. No era su idea. Su idea era permanecer en su ello para poder aislarse del mundo por el tiempo que quiera. Colores extravagantes. Grandes Ideas. Toboganes sin fin.

Nadie puede quitarnos la imaginación. Nadie. Imaginar nos permite volar sin miedo a caer, hilar filas de sueños sin miedo a despertar. La imaginación no tiene variables medibles, no existen menos soñadores ni grandes imaginadores. La imaginación persiste el tiempo que queremos que persista, las ideas que se entretejen en la cabeza son tuyas. Y sólo tuyas. Se puede ser feliz eternamente en sueños.

Ella entiende a las personas que se abstraen, lo real no es normal. Se siente viva sólo en su cabeza, pero la verdad es que está muerta. Incomunicada. Los psicólogos la llaman autista. Nadie entiende por qué uno elige vivir así. Tratemos de imaginar.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Ella y Él

Ella quería ser feliz. Pero se sentía bipolar. Le habían dicho que las sensaciones no mienten, y que la cabeza sí, que las sensaciones brotan a flor de piel, y que los pensamientos nacen como nosotros queremos. Ella se sentía perdida.
Perdida en sentimientos encontrados y extraviados, en llantos felices y tristes. Sola. Sola pero en pareja, una pareja que habla pero no está, que dice pero no lo ve hacer, una pareja que ama y se dejó ir.

Él quería encontrarse. También necesitaba ser feliz. Le habían dicho que viajar te abría la cabeza, y que quedarse era seguir nadando contra la corriente, que viajar era encontrarse con uno mismo, y que quedarse era hundirse. Él se vio partir.
Partir significaba dejar la vieja vida para buscar otra. Él necesitaba darse un lujo antes de convertirse en hombre de familia, de negocios, de rutina. Él necesitaba descubrirse para volverse a encontrar cuando vuelva, él ansiaba lo que ella también anhelaba.

Ellos quieren lo que son cuando están solos. Pero la soledad no tiene cabida cuando se está tan frágil, de mente y de corazón. A ellos les habían dicho que nadie quiere morir solo, que todos buscan siempre alguien con quien terminar su camino, que morir solos era injusto y soberbio. Ellos quieren lo que son cuanto están solos.

Ella y él no se sienten egoístas por dejarse de lado un tiempo en busca de su propia felicidad. Ellos habían llegado a un acuerdo, que decía que podían ser felices un tiempo separados, separados de todo aquello que alguna vez fue de los dos, y que volvería a serlo cuando se vean de vuelta. Él tenía que encontrarse sin quedar atado al pasado por un tiempo. Ella tenía que vivir lo que él vivió a su edad.

Ellos ganan lo que ellos separados anhelaban: un tiempo para sí mismos.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Para Pili

Un día entendí el amor a primera vista, fue ese día que Pili me contó que se casaba.
- Me caso, me dijo con una sonrisa eternamente feliz.
Yo me quedé boquiabierta, se me cruzaron miles y miles de imágenes en la cabeza. La noche de la fiesta, Pili en la iglesia, Matías con esa sonrisa tan parecida a la de su flamante novia. Me imaginé yo en esa situación, se desvaneció fue rápido, y de vuelta volvía Pili y su sonrisa, que seguía intacta. Busqué sus ojos, la observé detenidamente. Estaba igual que siempre, perfecta en su vestimenta, sus aros, su pelo y como olvidar su flequillo, planchado obvio. Sin embargo, había algo en sus ojos, en su alma: estaba enamorada.No pude sacar las palabras correctas, pero un abrazo que parecía no terminar y una mirada sincera, parecieron ser aceptados por mi amiga. Sonreí, me sentí feliz por ella.
Igualmente, ese día no fue que entendí el amor a primera vista. Fue una noche. Fría y estrellada, muy invernal, pero de fiesta. Ahí me encontraba sola, mi novio no había podido concurrir. Sola y lo extrañaba. En eso, la veo entrar a Pili de la mano de Matías, impecables los dos, parecían tallados a mano, ni una arruga. Ni un nada. Ella y él en su esencia más profunda, tenían el aura que hace que todos nos demos vuelta a mirarlos. Me parece que es el amor que toda mujer, y porque no todo hombre, imaginó tener alguna vez. Toda la noche quedé atónita mirándolos, sentía que podía hacerlo por horas, cada cosa que hacían era una demostración de amor puro. Muy puro.
Me sentí muy feliz por Pili nuevamente, tomé un vaso de Champaign, y llamé a los novios. Brindé por ellos. Por fín había encontrado las palabras correctas para demostrar que realmente estaba contenta por mi amiga.
- ¡Te felicito Pili! , le dije.
A lo mejor parece tonto, pero cuando algo se dice de verdad y con sentimiento, es lo que queda. Lo que se transmite. Los estaba felicitando a los dos por haberse conocido en tan poco tiempo y haber logrado ser felices. Creo hay parejas casadas hace mil años que todavía no consiguen quererse de esa manera, y eso fue lo que me demostraron los dos esa noche. No importa el tiempo que vayan juntos, sino lo que son cuando están juntos.

martes, 1 de septiembre de 2009

Saddly Fucked: is love alive?

Cada vez más sola, más vieja y más aburrida. ¿Eso es lo que llaman la soltería? No lloro una vez a la semana como Shakira, ojalá. Sino todos los días, no hay uno que deje atrás, triste sin duda. Pero real. Esos son mis momentos…mis catársis. Lagrímas. Humedad. Llanto.
Míos y de nadie más, pero de todos y para todo el mundo. Así de ambiguos, así de mujer.

miércoles, 1 de abril de 2009

Las lágrimas

Y ahí yacíamos los dos. Apretados en una cama, yo con la cara humedecida por las lágrimas y socavada en un inmenso dolor, y él con la mirada perdida en algún lugar de mí ser acariciándome los brazos.
Y así estuvimos por horas. La habitación en silencio, el sol que dejaba de alumbrar, el ruido de mi nariz revestida de angustia. Cuando la oscuridad impregnó la sala, se interrumpió el silencio: No llores, me dijo.
No supe qué decir, me congestioné nuevamente en un sollozo que no parecía tener fin, lo abracé con fuerza, lo besé con aún más fuerza. Me aparte y me fui a lavar cara.
Y ahí quedó él. Con la habitación en tinieblas, sometido en sus pensamientos. Y entendimos. Y nos entendimos.
Entre la oscuridad y el silencio pudimos encontrar el verdadero amor, la felicidad compartida.

domingo, 11 de enero de 2009

Sobreviviendo

Todo resultó ser desgarrador. Todo resultó ser. Todo resultó. La brisa marítima con onda pueblerina de Uruguay llenaba mis pulmones con una tristeza infalible, que nadie pudo quitarme jamás. Siempre recordaré esos días. Días llenos de incertidumbre por no saber cómo organizar la jornada, mi cuerpo y mi mente. Había tantas cosas por hacer, pero antes que nada, debía ocuparme de las cenizas de mi padre. Cuando el sol asomaba esa mañana de enero, él cerraba sus ojos para sumergirse en la eternidad. Los pájaros nunca corearon como aquel día, el sol nunca deslumbró de esa manera, y yo nunca me había percatado de la seriedad de la enfermedad mi padre. Fui y seré un miserable egoísta. El médico me había advertido, el cáncer se había esparcido por todo su cuerpo. Yo, ignorante a mis sentidos, preferí disuadirme de lo que había sido un diagnóstico fatal. Jamás quise admitir que se estaba muriendo. ¿Por qué iban a quitarme lo único bueno de mi vida? Mi madre había muerto unos días después que yo nací. Al parecer, el parto o yo quizás, le había provocado una infección que ningún médico pudo sanar. Toda mi vida, todos estos años, se fueron esa mañana de enero. La luz interior de mi alma se iba apagando de a poquito, me sentía inútil, desolado y triste. Pero sobretodo, un mísero y desalmado egoísta. ¿Por qué le había huido a la verdad? ¿Por qué no me quedé al lado de mi padre? Nadie merecía morir solo. Nadie. Ahora que no esta, que su cuerpo y su alma se fueron, la desdicha no se apiada de mí y no me deja un minuto sin cargo de conciencia. Sin embargo, me lo tenía bien merecido. No habrá un día en toda mi vida, que no me pregunte por qué había reaccionado de esa manera. Mientras mi padre moría, yo había decidido irme de vacaciones a Costa Rica. Las mujeres, el mar, y la noche parecían buenos motivos para salir corriendo de mi abrumador pueblito en Uruguay. Ni un día nublado, ni un sí ni un no, todo para Carlos, y nada para Papá. En medio de mi libre albedrío y dos mujeres esplendorosas abrazándome, la recepcionista del hotel me dejó una nota bajo la puerta en la que se reportaba que mi padre había muerto. Tomé el avión de inmediato.
Ahí me encontraba frente a él que yacía muerto en su cama. Pálido como nunca y para siempre. Tenía esa mirada perpleja que llevaba continuamente. Lo miraba distante pero con atención, había envejecido mucho estos días y adelgazado como para morir. Supe que no había querido comer ni tomar, siquiera su dosis diaria de litro de whisky. Había estado mal, sin duda. Sin poder soportar más la angustia, rompí el silencio y lloré. Me abalancé sobre él, acariciándolo, pidiéndole perdón por haber sido tan mal hijo, por haber sido un ingrato, que en verdad lo único que me importaba era él y nada más que él. Sollozaba. Se me acabaron las palabras pero no las lágrimas, permanecí ahí hasta que me quedé dormido. En mi sueño, nos encontrábamos en el banco del frente de la plaza, yo, mamá y él. Mi padre no me dirigía la mirada. Me levanté tiritando y absolutamente todo transpirado. Supe que mi padre no hubiera querido un funeral grande, igualmente no teníamos a nadie más. Lo llevé al crematorio. En sólo dos horas mi padre cabía en una caja de madera de veinte centímetros. Había tantas cosas por hacer, pero primero debía ocuparme de las cenizas de mi padre. A lo mejor sigo siendo un hipócrita, miserable y estúpido hijo. Pero también había recibido el llamado de una de las asombrosas mujeres que dejé en Costa Rica. Partí.
Si pensabas que iba a ir a algún lado, es el mismo lado de donde vine. La soledad austera e injusta con la que viví toda mi vida, no era más que la mejor de las acompañantes. Hay cosas que nunca cambian, hay cosas y hay hombres.